Dos de los grandes proyectos urbanísticos espectaculares para Sevilla siguen dando guerra en el verano, la Torre Pellí y el Metropol Parasol. Para hacer la primera, pirámide reclamada para mayor gloria de Cajasol y la Junta de Andalucía, la administración de Sevilla se arriesga a ser incluida en la lista de Patrimonio Mundial en Peligro. Obviando las críticas locales e internacionales, las obras continúan, y Cajasol agita como bandera una encuesta propia en la que el 63% de los sevillanos apoyan la construcción de la torre. Sea entonces, en plena crisis financiera, un rascacielos de 311 millones. A estos se les suman los 30 millones más de fondos públicos que el alcalde de Sevilla quiere inyectar al ya indecente sobrecoste del Metropol Parasol, esto con el rechazo frontal del Consejo Consultivo, y de una ciudadanía en la que ya nadie es capaz de defender públicamente tamaño despropósito, aunque antes si hubiera quién lo hiciese.
El urbanismo del espectáculo y del derroche, parece que está pinchando definitivamente este año. Aunque vistas experiencias pasadas, como el penoso Estadio Olímpico, ante la incapacidad demostrada de aprender de los errores por parte de las fuerzas vivas de Sevilla, probablemente vuelvan a repetirse estas situaciones en el futuro.
Mientras tanto el urbanismo de la miseria sigue estando allí. El Cerro celebra tras quince años de lucha la obtención de un centro de día para mayores. Otros barrios envejecidos, como los de Santa Justa o Macarena, siguen con enormes déficits en este sentido. En Bellavista son ya dos años de deficiencias en la estación de ferrocarril y Polígono Sur sigue reclamando más talleres de formación en un sector urbano con un 50% de paro.
A la dificultad de conseguir cualquier concesión para con las dotaciones públicas de los barrios se une la cuestión de los recortes. La Gerencia de Urbanismo, ante los generalizados recortes presupuestarios, decide reducir el presupuesto destinado a la conservación del viario, más machacado en unos barrios que en otros, de tal forma que se puede prever un progresivo y generalizado deterioro del mismo para el próximo año. En el mismo sentido, aunque a una escala superior de la administración, el SAS decide cerrar por las tardes y durante el verano la mitad de los centros de salud operativos en la ciudad, esto ha contado con la oposición manifiesta de diversas organizaciones vecinales.
Barrios en lucha 