Sevilla nunca ha estado libre durante todo el siglo XX de tener barrios de chabolas. En este siglo que empieza, ahora con diferentes tintes étnicos, estos sufren un nuevo auge, localizados preferentemente en los inhóspitos sectores próximos al río. En el charco le la pava se levantan de la noche a la mañana auténticos barrios de hasta sesenta chabolas, barrios que son desalojados y demolidos por la administración igual de rápido. Mientras no para de crecer esta forma de pobreza la prensa reaccionaria se encarga de criminalizarla con el aplauso de gran parte de los ciudadanos.
Esta cuestión encuentra su reflejo en el endémico problema de la elevada carga de personas sin techo que acoge el barrio de San Julián y en especial la Plaza del Pumarejo. Una situación que ha ido consolidando en la última década, agravada por la llegada de muchos que fueran expulsados por las reformas de San Luis y la Alameda. De hecho fue en 2003, con el inicio de las obras en la Alameda de Hércules, cuando ante el incremento del número de indigentes se llegaron a producir conatos de agresión. Ante esta situación, a falta de posturas que busquen soluciones reales desde lo social, la administración lo niega todo. El alarmismo y la criminalización de la pobreza que se produce desde determinadas asociaciones y medios de comunicación, un discurso que puede llegar a ser muy popular, podría dar lugar a que se repitieran episodios tan lamentables como los de las patrullas ciudadanas de 2003. Sin duda, en el Pumarejo hay voces con discursos y soluciones diferentes que deberían buscar hacerse oír.
Barrios en lucha 